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"Gracias"


...

Un salón, en una ciudad cualquiera. Una mujer madura se sienta a tomar el café tranquila, mientras de fondo la televisión llena el silencio con un noticiero. Afuera, la tarde comienza su rutina diaria y la vida en la cuidad regresa tras un corto descanso.

La mujer mira la televisión sin mucho interés mientras termina su taza.

Pronto, y casi por inercia, comienza a recoger el escaso desorden que hay en su casa. Primero el servicio del café, que lleva a la cocina, arregla el sofá colocando sus tres solitarios cojines, y a continuación se centra en la mesa, donde vuelve a colocar en su lugar los elementos que la decoran. Finalmente, recompone el centro de mesa intentando que las rosas dominen sobre el ramo.

En ese momento el timbre de la puerta le devuelve a la realidad.

Aun con una de las rosas en la mano se acerca a la entrada para atender su visita.

Tras abrir la puerta, el miedo se apodera de ella de forma irracional y ascendente.

La tensión consecuente, provoca rigidez en su cuerpo, y al cerrar con fuerza los puños, las espinas de la rosa le atraviesan la piel.

A consecuencia del dolor, abre su mano y la rosa cae retorcida e inerte a sus pies.

Las pequeñas perlas de sangre en su mano le ayudan a tomar cierto control sobre sí misma y comienza a retroceder despacio y marcha atrás, alejándose de la puerta de salida.

El temor, y el inevitable desenlace que se forma en su mete, le conducen sin gran prisa y menos pausa hacia la habitación situada al final de lo que piensa que es un corredor no lo suficientemente largo.

Una vez atraviesa el marco de la puerta, la cierra de golpe. Un llanto contenido pero incipiente se muestra en su rostro cuando acerca su oído a la puerta con la vana esperanza que la distancia la mantenga a salvo.

Segundos después, la puerta vuelve a abrirse despacio pero con decisión. Ella se aleja poco a poco hasta caer sobre la cama. Las lágrimas caen sin control.

De la obscuridad del pasillo sale un hombre vestido de traje. Su mirada y su sonrisa iluminarían hasta el sótano más oscuro. Su intención, indefinida por la gran sensación de bondad que expresa su presencia no acompaña a la reacción de ella, que sigue llorando sin consuelo mientras se aferra con fuerza a las sabanas y la almohada.

El hombre, haciendo gala de un optimismo surreal inicia una conversación que no espera respuesta:

-Gracias!...... Yo solo quiero darte las gracias!.....

El tono jovial y tranquilo no se desvanece en ningún momento del hombre, en cambio, la mujer reacciona con gritos ahogados y llantos de desesperación al ver que de la solapa de su chaqueta, el hombre saca un gran cuchillo que brilla al incidir un haz de luz sobre él.

El hombre y su sonrisa avanzan lentamente. La cara de ella, que segundos antes reflejaba el terror encarnado, comienza a apagarse lentamente.

...

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