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Abro los ojos a escasos milímetros del suelo gris ....


Abro los ojos a escasos milímetros del suelo gris. El olor del asfalto invade mi nariz, y le sopla a mi cerebro que llevo un rato largo besando el suelo. Noto una ligera humedad en los pantalones y pienso con credulidad que será agua. Con esa dignidad que aun finjo tener a veces interno incorporarme, pero no todos mis músculos obedecen la vez. Una pelea? ....no, solo noto un ligero mareo, eso no puede ser, ….Un mal paso?.... no recuerdo haber tropezado, …. La tensión otra vez! …. puede ser, pero por qué?,….el alcohol. Probablemente, también explicaría este mal sabor de boca…. Pienso otra vez en el asfalto mojado en el que me acomodo….

Desde algún lugar a mi lado, firmeza y desprecio me acosan agobiantemente cerca, casi las huelo. Un niño gordo y pequeño, rubio de pelo y moreno de ceja, me observa desde detrás de una gran piruleta arcoíris. Hay de pie, sin hablar…, ni un ruido si quiera…, solo mira y lame, mira y lame…. Me incorporo con dificultad mientras la cara del crio gesticula del desprecio al enfado. Un corto bufido de desánimo sale de su boca, seguido de su fea y gorda lengua. Debía de pensar que estaba muerto. A juzgar por su cara diría que la piruleta sabe a limón. Mientras intento alinear bien “suelo-pies-espalda-cabeza” me fijo en que el niño raro va vestido de tirolés. Su cara agria sigue acosando el dulce con su espesa y gran lengua. Las arcadas aquejan mi boca, pero nada les sigue. Debió de salir todo ya. Un camión de reparto cruza la carretera a mi espalda salpicándome el fondo de los pantalones con el agua de una sucia alcantarilla…. hijo de puta….. El crio ni se inmuta, el agua no llega a tocarlo, y solo sonríe y lame, sonríe y lame….

El rebufo del camión deja una corta brisa que me hace sentir mejor. No mucho, pero algo. Me pregunto dónde estoy por primera vez desde que desperté. Por un lapso de tiempo que no cuantifico, las frías calles de una ciudad extrañamente familiar velaron mi inconsciencia. Es de noche a juzgar por el alumbrado cálido y el cielo negro sin estrellas de esas putas ciudades sin alma.

Consigo articular más de dos palabras con sentido y me siento optimista, tanto que decido entablar conversación con ese bicho regordete que continúa abusando de su piruleta. Le digo que estoy bien y que no tiene que preocuparse, pensando que aun siendo algo idiota, sigue siendo un niño. O al menos lo parece. No obtengo respuesta, y por breves segundos nos quedamos en silencio mirándonos a los ojos, el con cara de estar oliendo mierda, y yo con mi temple de parvo. Vuelvo a hablar, ahora con cierto auto desprecio, y le pregunto si me puede ayudar por que no estoy muy seguro de donde estoy. Excuso mi situación con un poco creíble “-no entiendo que ha pasado…”, y que el hecho de oler a alcohol es solo fruto de la ventura. No habla. Empiezo a sentir su odio hacia mí por lo que entiendo que es mejor alejarme. Camino calle abajo con ganas de dejarlo atrás, pero el crio aún no acabó conmigo. El cabrón decide seguirme y viene tras de mí hablando cada vez más histérico con la piruleta asfixiándose en su mano. No consigo entender nada de lo que dice. El grita, algún vecino exige silencio, y yo me acojono. Esa pequeña-gran mole sonrojada viene hacia mí. Rápido cambio de dirección y subo la calle pensando que cuesta arriba le daría dos vueltas a la idea de perseguirme. Acierto. Apenas debió subir la mitad de la calle.

Los gritos de ese tirolés perturbado se extinguen poco a poco mientras me alejo. Recupero el aliento mientras bajo el ritmo y pienso que mañana ese crio solo será un recuerdo turbio.

…..donde coño estoy?......

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